Bastan unas sencillas maniobras para comprobar si un coche presenta problemas serios de motor, cambio o transmisión. Por ejemplo, el color del humo que sale por el escape es una fuente de detección de problemas conocida por muchos conductores. Pero hay otros indicadores menos populares, aunque igualmente fiables, que permiten comprobar con un simple vistazo y sin herramientas, si algún elemento del coche está averiado o en mal estado.
Estas señales son claves tanto para saber si debes comprar un coche de segunda mano como para identificar una posible avería o fallo en tu propio vehículo. Además, estas claves que, desde Red Itevelesa te vamos a mostrar, son totalmente útiles para ahorrarte el tiempo que el taller puede dedicarle.
Apunta: Si el humo que sale por el escape es de color negro, significa que el coche produce una mala combustión; si es blanco, que el líquido refrigerante se está introduciendo en el interior del motor (que no debería) y, si tiene tono azulado, que es el aceite el que se quema, por la misma razón anterior.
Con el coche parado:
Con el coche frío, debes abrir el capó y buscar el tapón superior que permite echar el aceite. Si se aprecia espuma en su interior es más que probable que la junta de culata esté dañada. Y es una reparación que nunca suele ser económica.
Luego, debes repetir la operación con el tapón superior del radiador. Si el interior está sucio, mala señal. También se puede observar el fluido de refrigeración que hay en el conducto que cierra el tapón, que debe ser verde y no presentar partículas flotantes, solo líquido.
Puedes dejar un cartón debajo del vehículos para comprobar si el motor realmente presenta fugas. Si es de color blanco, mejor, ya que ayudará a identificar de donde viene.
El color resulta muy concluyente y te va a ayudar a resolver el problema mucho más rápido.
Si estás probando un modelo de segunda mano, puedes dejar el motor arrancado y mirar debajo. Después, apágalo y pasados unos minutos, vuelve a mirar. Si ves que gotea, quítate ya de la cabeza comprar ese coche.
Con el motor en marcha:
Si al circular con el vehículo se aprecian olores que provengan del compartimento motor, la conclusión es clara: olvídate de comprar ese coche. El combustible tiene un aroma conocido por la mayoría y es fácilmente reconocible. Pero también puede ser que huela como a tubo de escape, a humo de combustión, y este supuesto suele estar provocado por fisuras o roturas en el colector de escape.
Ciertas partes del motor, como la junta de culata o la caja de cambios suelen ser un componente especialmente costoso de reparar. Y cualquier aviso de mal funcionamiento, por pequeño que sea, debería tenerse en seria consideración.
En sistemas manuales, si la palanca presenta un tacto demasiado blando o impreciso, el sospechoso habitual es el varillaje, que no suele ser muy costoso de solventar. Por contrapartida, si alguna marcha no entra, salta una vez engranada (sucede sobre todo el al frenar, no al acelerar) o rasca mucho, la factura va a ser abultada.
En cambios automáticos, hay que tratar de usar el modo manual y comprobar que todas las velocidades funcionan con normalidad.
Los palieres o semiejes de transmisión conectan el motor con las ruedas, y en principio podrían durar toda la vida útil del modelo. Pero no siempre es así, y tampoco son baratos. Se conectan a la mecánica a través de coronas dentadas, y la mayoría de averías se relacionan con su deterioro.
Si una corona pierde uno o varios dientes, producirá un sonido repetitivo, con mayor o menor frecuencia, pero siempre en un determinado momento, que será cíclico. Para comprobarlo, conviene ir a una explanada asfaltada y lisa. El procedimiento es sencillo: bajar la ventanilla (para oír, e incluso sacar la cabeza), girar la dirección a un lado casi a tope y describir círculos con el coche a baja velocidad. Si suenan ruidos raros de forma repetitiva, uno de los cabezales estará mal. Deberás girar también al otro lado para comprobar ambas partes, derecha e izquierda.